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martes, 19 de junio de 2012

El Maharajá de Patiala o el reverso del exotismo



Aunque parezca increíble, el exotismo no sólo tuvo expresión occidental: una mañana, el Maharajá de Patiala, príncipe de Punjab, India (un país donde las joyas son parte sustancial en la vida cotidiana), se presentó en París con dos mil diamantes para que Louis Cartier los convirtiera en un excepcional collar ceremonial. Toda la familia del Maharajá encargó joyas al afamado joyero, quien las diseñó a su medida. 


Fotografía de la Joyería cartier, en la Rue de la Paix, París, a comienzos del 1900

Louis era el mayor de los tres hermanos y joyeros Cartier, discípulos y socios de su padre, fundador de la firma. Y fué el más creativo y con mayor olfato para los negocios: inventó el corte llamado "baguette", el célebre "Mistery Clock" al que no se le veía el mecanismo y los relojes "pulsera", que dieron a Cartier fama mundial.
No obstante, si la joyería pasó a la posteridad como sinónimo de lujo, estilo y sofisticación fué porque Louis cambió la montura de oro para los diamantes por la de platino, entrelazó en formas caprichosas zafiros, esmeraldas y rubíes creando la línea "Tutti fruti", y salió a buscar inspiración a lugares exóticos como China, Rusia y el Golfo Pérsico, logrando una cartera de clientes de altísimo nivel para quienes diseñaba piezas únicas.



Esto le valió que en 1901 Eduardo VII llamara a Cartier "joyero de reyes, rey de los joyeros", saga que se iniciara con la Emperatriz Eugenia en 1859.
En 1913 Louis posó sus ojos en India y la trajo a su propio mundo. Ese año Cartier realizó una exposición en New York llamada " Inde Mystérieuse".
La historia que contamos al comienzo habla de cómo retornó la misma fascinación en sentido opuesto, con Maharajás llevando joyas familiares para dar al "estilo indio" el occidental toque chic que ya había ganado la Rue de la Paix y la Bond Street.



El más famoso collar del planeta, obra de Louis Cartier para el maharajá de Pitiala.




Una de las hermanas del Maharajá, con un collar de rubíes, también de Cartier.

Más info sobre el collar acá  y acá


jueves, 14 de junio de 2012

La ruta de la moda "étnica"


Seguimos recorriendo entusiasmadas la ruta de las bijoux exóticas, que nos llevó hacia lo autóctono y desde allí a lo llamado (con dudoso respeto) "étnico" por Occidente.
Hay nexos entre el exotismo de principios del siglo XX, la moda étnica de los ´70s y la de la posmodernidad, en un devenir que tiene (no era para menos) expresión también en las bijoux. La industria del espectáculo y la moda del multiculturalismo parece reeditar, con íconos parecidos, esa inocente visión de lo otro romantizada en el refinamiento new age.

Dos dragones enfrentados en esta pulsera de Cartier, 1929


Durante los últimos años del siglo XIX los salones burgueses europeos se habían poblado de imágenes exóticas: escenas chinas, turcos con mirada húmeda, odaliscas y sultanes, marfiles, máscaras, mascarones de proa y todo tipo de representaciones y objetos curiosos traídos de sus colonias extracontinentales.


Mata-Hari con un estilizado atuendo egipcio

Aquello que todavía no se llamaba moda era delirante, inconciente de sus mistificaciones y fetichista en su extravagancia. En los ojos del mundo, capturados por el cine y la puesta en escena del gran Poiret, se instala esa especie de "look at me" necesario para que la moda exista.
Los locos años y el art-decó lo exprimieron al máximo, y luego las guerras se ocuparon de que lo exótico aparezca como ostentoso y quede oculto por su propia sombra.
Esmalte rojo y brillantes en este pendiente de Trifari, un árbol florecido muy oriental.
Pero el resurgimiento del estado de bienestar durante los ´60s trajo, junto con la exploración intensa de la subjetividad y los fumitos de yuyos full-power, el gusto por los lugares mágicos e inolvidables. Conclusión: desde América hasta Tokio todos los caminos condujeron a Katmandú y sus alrededores. ¡Tanto que podría decirse que la moda hippie es una mezcla de jean y ropas típicas de la India! Cosas de la inevitable hibridación cultural que la globalización acelera.


Muchacha meditando en el campamento de un recital de rock de aquellos años



Una joya "maya" de los ´60s diseño de Lawrence Vrba para la gran empresa Castlecliff.
¡Y cierto que es muy bonita!

Asistimos a una reciente y feliz versión de "imperialismo express": la fusión Oriente-Occidente se reivindica en el carácter religioso de la naturaleza, en el estudio de las simbologías esotéricas y en rituales iniciáticos para todas las esferas de la vida: cuerpo, memoria, sexo y espíritu, y aún vida extraterrestre. ¡Las artes locales quedan expuestas como íconos al turismo, el espectáculo y la moda!


De las chucherías prehispánicas y los ponchos de nylon regresamos por vía directa al exotismo de Poiret. Y a la moda actual, tolerante con las diferencias como consecuencia necesaria del canibalismo capitalista (que excusa al otro folclórico si está privado de su sustancia).


Múltiples influencias culturales se expresan en collares como éste, de Milene Rust

Si no pone en cuestión la economía de mercado, la belleza de lo étnico sale de las callejas y ferias populares, sube a las pasarelas y a los cuerpos más cotizados para celebrar el mestizaje y la diversidad. ¡Ojalá la curiosidad y la admiración de tanta maravilla sirvan para que esta mirada amigable se extienda hacia otros campos de la diferencia!







Creaciones de la afroinglesa Anita Quansah


¡Y el hibridísimo, globalísimo y vintagísimo gipsy-look, que rejunta todo sin hacerle asco a nada!


viernes, 1 de junio de 2012

Exóticos eran los "bandore" de Sylvia Hobé.


Hacia 1920, William Hobé, hijo de un orfebre francés, vende accesorios teatrales en New York. Corre 1927  cuando funda Hobé Cie Limited en dicha ciudad. El y su hermano crean las joyas y accesorios, incluso botones que comercializan.
A partir de 1930 la compañía provee a las tiendas de departamentos cada vez más populares en Estados Unidos y a boutiques. Su década más brillante fue de 1950 a 1960, diseñando para actrices de Hollywood y de Broadway que además participan en sus campañas publicitarias bajo el slogan " Jewels of Legendary Splendor".



La compañía Hobé cerró recién en 1995. El secreto de su larga historia fue su adaptabilidad y la variedad de productos que ofreció, desde joyas hasta finísimas bijoux siguiendo los caprichos de la moda.
El asunto es que uno de esos "caprichos" fueron los temas orientales, que invadieron la década del cincuenta cuando Estados Unidos afirma su supremacía mediante una visión romántica de lo otro, extraño o extranjero, revisitando el exotismo de los orígenes del cine. Con tono oriental, el nuevo imperio reproduce y comercializa los más ingenuos restos del desmembramiento de las colonias europeas.
Dentro de la producción Hobé, es absolutamente rara la única serie firmada por Sylvia, esposa de William, compuesta por veinte figuras, cabezas y cuerpos a imitación de las tallas tibetanas conocidas como "bandore". En ellos, madera, marfil, esmaltes de vidrio y plástico se adaptan para lograr esa opulencia exótica y evanescente de los antiguos y diezmados imperios.




 
Los diseños patentados por Sylvia Hobé...



... y algunas de sus exóticas joyas.