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lunes, 22 de octubre de 2012

La joyería reciclada y su belleza sin tregua

 
Cuando crearon "Tota reciclados", sus gestoras, Marcela Muñiz, arquitecta y Valeria Hasse, diseñadora gráfica, sabían muy bien donde estaban paradas.




Tenían un nutrido curriculum internacional en diseño, pero estaban en la Argentina del 2001, o sea en medio de una crisis económica terminal. Sus únicos recursos materiales eran entonces a imagen y semejanza de los del país: apenas detritus, restos industriales que hacía rato habían tenido su esplendor.



Así, con trocitos de textiles, hilados, botones, bordados, piezas metálicas recogidas en la calle, alambre, viejas piezas de bijoux, muñequitos de plástico y todo aquello que por su color o su forma se avenga al diseño en cuestión, fueron atando con alambre joyas nada convencionales salvo por su tipología y lo que ésta representa para la imaginería popular.



 
Broches


En 2008 fueron seleccionadas para ir a Alemania, a la prestigiosa feria Schmuck, la exposición de joyería no convencional más importante del planeta.


 


Su marca es Tota reciclados, nombre muy adecuado si tenemos en cuenta que Tota es un apodo femenino siglo XX muy común usado en Argentina como sinónimo de tonta... Cuando alguien es necio, ingenuo, básico o influenciable e inconciente de ésto, se le dice "parecés Doña Tota" o "sos una Tota de barrio". Aquí "Tota" también es nadie, el nombre de cualquiera.




La joyería que veremos es una excelente versión paródica de la alta joyería y de aquellas piezas que son marca de distinción en el mercado de la vanidad y el lujo. Tiene mucho de espontánea y disrruptiva pero nada de improvisada ni ingenua.
Su valor no es material, sino el de su trabajo manual, el de la historia que tienen y su alta calidad estética, que parece reafirmar que aún en las peores circunstancias, la belleza no da tregua.